LA PIEL DE UN CORAZÓN TERAPÉUTICO

Susana Blas Brunel

Para Ochún, patrona del río. Que el tintineo de tus brazaletes, siga llamando al amor.

“(22 de octubre de 1913) Demasiado tarde. La dulzura de las penas y del amor. Que ella me sonriese a mí en la barca. Eso era lo más bello de todo. El deseo constante de morir, y el de seguir resistiendo, sólo eso es amor.” Franz Kafka. Cuaderno octavo. Diarios.

“Ver el mundo en un grano de arena, y ver el cielo en una flor salvaje.” William Blake

Trinidad, Cuba, 7 de mayo de 2005

Cuando ya tenía perfiladas la mayoría de las líneas que definirían los párrafos sobre la obra de Mapi Rivera y trataba de darle su última forma, me surgió la posibilidad de hacer un viaje a esta isla, desde la que ahora escribo. Una estancia, de retiro y descanso; muy ansiada, después de tantos meses lúgubres a los que mi vida personal se ha visto abocada tras arrebatarme la muerte, a la persona que más amaba, con la que compartía mis días.

Por esta razón, porque siento que no puede ser de otro modo, intentaré   desde el comienzo, corresponder la pureza y la sinceridad que despliega el trabajo de Mapi con mi propia desnudez a la hora de desgranar unos párrafos que no se limiten a deambular por los tópicos de la crítica de arte. El proyecto es difícil. El pudor, los formulismos aprendidos, mis propios registros académicos, y los miedos, tiran del otro lado de este hilo del hálito… pero ahí va mi empeño.

Empezaremos sumergiéndonos en el cuidadoso “proceso de trabajo” de la artista, que ante todo es ejercicio vital, de comunión con la vida y no una actividad profesional separada del sentir. Su obra se construye a partir de impulsos muy hondos que se plasman de un modo directo en sus poemarios. Estos versos son tan sustanciales, tan definitivos en su trabajo, como las fotografías, los dibujos o los vídeos.

Sus “baños” diarios de naturaleza, entre arena de playa, bajo la cúpula de estrellas, constituyen acciones naturales de ritualidad que dan origen a sus piezas plásticas. Digamos que su ejercicio creativo no consiste en fabricar y planificar imágenes en su estudio, que luego se llevan acabo maquinalmente como si de un rodaje publicitario o de una película se tratara. Mapi traslada a sus creaciones, experiencias y procesos interiores muy íntimos, vividos por ella de un modo físico, sensorial.

Por eso me parece interesante matizar el concepto de “repetición” de sus series. En su caso, no se trata de una opción de estilo o teórica; sino de las huellas, de las estelas, de sus encuentros privados con una espiritualidad muy suya. La prueba, el ensayo, la búsqueda sincera, dejan rastros silenciosos que terminan plasmándose en piezas artísticas en las que la seriación no es sino el mapa de una escalera hacia la “luz interior”. Desde distintos ángulos, la artista intuye este movimiento de atravesar estadios, “pieles de paso”, que se superponen como sedas traslúcidas sobre su cuerpo, y de las que se despoja súbitamente cuando lo “cree”, lo siente, oportuno. Entonces, la luz se convierte en el único traje que la puede “salvar”, en un acto de fusión con el todo, con la divinidad.

Su modo de crear es positivamente ambiguo, abierto, poéticamente sinuoso. Tras una labor de investigación emocional, de escritura desde el cuerpo, aborda con sabiduría el territorio de los afectos, con un carácter que la transciende a ella y hace universal lo que toca. Sus imágenes prescinden de anécdotas, de escenarios cotidianos, de otros cuerpos que no sea el suyo y su proceso vivencial. Evoca símbolos abstractos que me sugieren categorías universales como la creación, el nacimiento, el tránsito a la muerte, el enamoramiento, la perdida o la locura. Pero este reguero de afectos se hace frágil y acuoso; difícil de entender desde la razón, y por eso Mapi Rivera abre otras vías… Nos empeñamos en comprender lo que nos pasa, poseer el mundo, abarcarlo con el cuerpo, con los brazos, piernas, mejillas… pero a veces, el fluir de nuestros recuerdos no nos deja; o los acontecimientos nos superan y nuestras esperanzas naufragan. 

 

El arcano XVII: “La estrella” levita

A veces, siento que el universo de Mapi se despega del suelo, que se eleva, desde una plataforma concéntrica. También intuyo que debe resultar incomprensible para los que no quieren destapar sus ojos a lo que difícilmente la razón explica, para los que renuncian a enfrentarse al ejercicio de limpieza y encuentro con nosotros mismos que requiere. Retiro las palmas de mis párpados, las que me protegían del sol de esta playa de Trinidad, y regreso nueva a sus fotografías, que recortadas, se bañan junto a mis pies en la arena… y lo que veo, así de primeras, sin más, es una mujer sola. Me veo a mí misma. Una mujer sola que sin embargo se siente acompañada, plena, que no está estática, que en cada imagen ejerce una acción dentro de ese mundo abstracto que Mapi detalla; ya sea el juego con las  esferas transparentes, que como pompas rígidas y cristalinas se deslizan por su cuerpo de gimnasta celestial y sexual, o  la acción de vestirse y desvestirse con telas.

Ese mismo fluir de energía es lo que desde hace siglos emerge del misterio dibujado que es el Tarot de Marsella. Y concretamente, Mapi es la carta de “la estrella”. Recordemos este arcano mayor, el número XVII: Una mujer desnuda (de hecho la primera figura humana desnuda que surge en el Tarot) de cabellos rubios, realiza en el río un ritual infinito de purificación, llenando y vaciando ánforas de agua en ese caudal eterno, bajo un cielo costelador. Estrellas sin noche. Maravillémonos ante la correspondencia de esta carta y las “Estelaciones” de Mapi, sus abluciones en luz, los mantras que destilan sus versos: “Palpo mis pechos/ veo mi cuerpo sano/a través de la luz/ que atraviesa el agua de mar en que me baño. /Siento la vibración de mi vulva. /Mi cuerpo está maduro/su naturaleza querría concebir”…/… “Tendré que abandonar este ritual/ de tenderme desnuda al sol/ porque ya huele a frío.”

Al mismo tiempo, como una deidad mitológica que encuentra su poder y su energía en lo primigenio, la artista se inserta de pleno en la corriente de mujeres artistas que reconocen la existencia de un licor energético intrínseco a la feminidad. Recordemos que siendo esta vía una tendencia muy seguida en el arte feminista de los años 60 y 70 tanto en Europa como en Estados Unidos o Latinoamérica, con figuras tan luminosas como Gina Pane, Ana Mendieta, Shigeko Kubota, o Carolee Schneemann entre otras muchas; desde la  última década del siglo XX, (y en este contexto se inscribiría la obra de Mapi Rivera), renació este planteamiento de vuelta al origen y de exploración del cuerpo de la mujer en otra generación de creadoras que hicieron de la desnudez y sus fluidos, un nuevo lugar desde el que hablar, pero con una actualización de muchas variables y sensibilidades. Sería el caso de Pipilotti Rist, Mariko Mori o Vanessa Beecrof con las que Mapi Rivera entroncaría.

Aunque me gustaría volver a recalcar que en el caso de Mapi, la desnudez y la exposición del cuerpo no parten de una cuestión estética, o de un territorio crítico desde el que fabricar nuevas identidades para el futuro, sino productos de su proceso interior, del despojamiento radical de todo lo que se vuelve accesorio.

 

El calor de la alquimia

Hace mucho tiempo que Mapi emprendió una búsqueda personal de auto conocimiento a la que entregó su trabajo. Y su cuerpo es ese receptáculo por el que la luz pasa, da calor y transforma. Como una fruta que se desgrana, o se desprende de su piel, se viste y se desviste para enseñarnos como recibe ese fulgor. En sus fotografías, en sus videos, aparece sola, casi sobreimpresionada sobre un fondo neutro, celestial, de cielo, de mar; jugando, manipulando esferas: estrellas, partículas, átomos, planetas; o telas, plumas… tratando de fundirse lo más posible con esos telones puros para formar parte del todo. Su obra no se entiende sin su vocación espiritual, iniciática. En su vocabulario, los términos “corazón”, “amor”,” “renacer”, “luz” aluden a lenguajes de conocimiento místico. No importa desde que cultura nos aproximemos a estos procesos interiores, varias nos inspiran. Tal vez el Vedanta sea uno de los acercamientos más intensos a esta “intuición mística” que evita el pensamiento ordinario, que nace de la supraconciencia, que te acerca a lo absoluto, al “atman”, desde el amor, y en esta unión, el amor se hace con el todo… contigo el primero, logrando esa meta ansiada: la fusión con el universo sin ver separación. Este estado de absorción completa a la que tan bellamente cantó el poeta sufí Rumi, recibe diversos nombres, desde el oriental samadhi; al éxtasis en la mística cristiana; y describe el momento en el que la persona, por fin, se siente ajena al exterior y se baña en las aguas del uno. ”Hay diferentes escaleras en un estanque para llegar al agua, pero el agua es una” decía el asceta Ramakrishna en Calcuta, al tiempo que describía su estado de trascendencia con toda una suerte de modificaciones corporales que describió como: fuegos, ardor, fluir de lagrimas y temblores.

Mapi Rivera también busca en estas aguas y las fronteras entre la religión, la astronomía o el arte se difuminan ante sus ojos. Ella misma ha expresado con claridad esta investigación personal: “Es ahora después de que mi ser haya vivido la transformación alquímica cuando quiero contrastar esta experiencia. Y es que tal como Hildegarda de Bingen conocía el firmamento a través de su condición visionaria, también yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón”

Mucho se ha escrito de la necesidad humana de recuperar este momento del “ángel del alma”. Oigamos en este caso al místico sufí Hazrat Inayat Khan en su obra La vida interior: “Todas las almas tienen como primera expresión una vida angélica, y no es sorprendente, por tanto, que lo muestren en la vida, porque ella está en el fondo de su alma. El alma, atravesando diferentes esferas y planos de existencia, participa de diferentes atributos, y los atributos del mundo inferior se reúnen y amontonan de tal manera alrededor del alma, que esta casi olvida su primera experiencia de si misma, la de ser puro. El alma que a través de toda su experiencia del mundo posee una tendencia hacia su origen, hacia su estado angélico, muestra un carácter diferente al mostrado por las características generales de los seres humanos. Este alma manifiesta la tendencia de la brújula, que siempre apunta en una cierta dirección, por mucho que se la mueva o agite.”

 

La lente del corazón

“Mi corazón es como la cera: se derrite en medio de mis entrañas.” Libro de los Salmos. (Salmo 22)

 Mapi ha escrito: “yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón” En esta sentencia condensa toda su imaginería de los últimos años. El corazón, “ojo del alma”, desde el que mirar al universo. Y continúa:

“Todo en la vida, en el universo, tiene corazón; el sistema solar y el átomo tienen corazón, todo está conformado de pequeñas partículas con núcleo corazón, no parece extraño que lo ínfimo reproduzca la inmensidad, ni que en el corazón hallen el misterio que atisban, experimentan y viven, científicos, místicos, artistas”

Y aquí abriríamos una puerta riquísima culturalmente a las teorizaciones sobre este órgano que cuenta con “una historia apasionante” que engloba tanto su asociaciones con los afectos como las visiones biologistas que desde el siglo XVII trataron de despojarle del reino del sentimiento.

Pero los intentos de reducir el corazón a su materialidad científica…os digo que son fallidos. A pesar de esa imagen tan paradigmática del médico inglés del siglo XVII William Harvey levantando este órgano en su mano en una de sus sesiones de disección para desmontar la mitología de la víscera, el corazón, y su alojamiento en nuestro pecho, sigue rezumando los significados que lo asociaban a la sabiduría, por ejemplo entre hebreos, aztecas y egipcios; a la estela del “corazón pensante” chino, o al “corazón-reino de Dios” cristiano. Los propios médicos del siglo XIX no podían explicar cuando se inventó el estetoscopio como el órgano se aceleraba o se detenía al compás de los afectos; esos mismos cardiólogos que tuvieron que admitir inquietos, tras analizar el corazón conservado de Santa Teresa que ese desgarrón en el miocardio del ventrículo izquierdo que atribuían a una angina de pecho era también la sombra de la flecha del ángel que la leyenda cuenta que la atravesó.

Existen aguas subterráneas que superan nuestra objetividad y no podemos negar que “sentimos en esta víscera”: al enamorarnos el corazón se embala; y cuando perdemos a nuestro amante, nos duele físicamente el pecho.

A veces, basta con que el amado sitúe la palma de su mano sobre nuestro corazón para hacernos revivir, tristemente no siempre se consigue: “Tocó el corazón de Enkidu pero no latía, ni volvió a abrir los ojos. Entonces Gilgamesh cubrió a su amigo con un velo, igual que se le pone el velo a una novia” El Poema de Gilgamesh.

 

Sol-edad

“Pasaste por mi corazón como el temblor de luz por la colmada red del pescador.” Dulce Maria Loynaz

Sigo en la playa de Trinidad. Pasé sola toda la jornada, y me traigo sin esfuerzo a la memoria el día que hace varios años pasé con Mapi en su casa de pescadores de la Barceloneta. Fuimos a rodar una entrevista, y me llega fresquísima la energía serena que emanaba, el calor franco de su cuerpo. Ni siquiera durante el rodaje preparado de unos planos, que le pedimos para acompañar su intervención, generó algo desnaturalizado. Con su traje etéreo, perfectamente planchado, plegado, se entregó a la cámara con verdad. Un poco antes nos había enseñado la maquina de coser que como prolongación de su cuerpo hila esas pieles, esas telas que cose y descose; ese vestido que siempre es el mismo y siempre es nuevo, en el que para la ocasión introdujo ligeras plumas que luego brotarían del corazón de trapo más luminoso que nunca he visto.

Escribo en mi cuaderno. Amanso mi duelo. Sigo en esta isla. Y mirando el mar mi ánimo se recoge. La obra de Mapi me trae ahora palabras que atribuyen a Buda: “Que cada uno de vosotros sea su propia isla, cada uno su propio refugio, sin tratar de acogerse a ningún otro. Que cada uno de vosotros tenga la enseñanza por isla, la enseñanza por refugio, sin tratar de acogerse a ningún otro”

El sol cae, el son cubano se pegó a mi bronceador; curioso que ahora para mí, estas melodías me perfuman diferente.

Mapi, un dulce viento arrastra los folios que sobre tu obra escribí en Madrid, y los esparce por las tumbonas vecinas, ya es inútil recuperarlos. Ahora tu Barceloneta es esta playa del Caribe y te veo aquí con el vestido de pliegues abriéndome tu ser, como si fuera el mío, que aun sangrante, pide volver a amar. Nunca dejé de hacerlo en realidad.

Los versos de las poetas cubanas que en el mercadillo compré, juguetean en mi bolsa con tus imágenes impresas que a partir de ahora y desde este húmedo atardecer cubano, se han convertido en vehículo terapéutico para mi corazón. Con ellas me curas y me siento de nuevo preparada.

 “No fue gloria pasada el conocerte porque sigo teniendo lo tenido; Tú no eres la noche ni el olvido, en mi pecho renaces sin tu muerte. Sé que es larga y monótona la espera, y si acaso tu rostro se borrara algún sueño mañana pareciera. No me canso, mi amor, ya de quererte.” Carilda Oliver Labra

ESTELACIONES

Mapi Rivera

“Después vi una luz serenísima y en ésta una forma de hombre de color del zafiro, ardiendo toda ella en un suavísimo fuego rutilante. Y aquella luz serena inundaba todo aquel fuego rutilante, y aquel fuego rutilante toda aquella serena luz, y la serena luz y el fuego rutilante toda la forma del hombre, de tal modo que era una única luz en una única fuerza.” Hildegarda de Bingen

Sólo recientemente me recojo en lecturas sobre ciencia, física, astronomía…las comprendo a través de la intuición, pero en mi fuero interno me pregunto por qué me intereso ahora por la Gran Explosión, por el movimiento de los planetas alrededor del astro solar, por “supernovas” que se condensan y se colapsan muriendo lentamente mientras irradian enormes cantidades de luz.

Una pincelada de casi todo me la habían dado ya en el instituto, recuerdo haber memorizado la tabla periódica de los elementos y no haber sentido ni una brizna de interés. Es ahora después de que mi ser haya vivido la transformación alquímica cuando quiero contrastar esta experiencia. Y es que tal como Hildegarda de Bingen conocía el firmamento a través de su condición visionaria, también yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón. Comprendo la vida, la luz, la oscuridad, el nacimiento y la muerte. Se que el prisma que me permite esta visión es un corazón desnudo, limpio, virgen, como diría Eckhart, pero preñado de amor.

Mi cuerpo desnudo se abandona al tacto luminoso que acaricia tanto por dentro como por fuera, el amor suspende el tiempo, y embriaga con su sabor y su saber; Me muestra un útero oscuro, sembrado de luces, de planetas, de una vida que no es sino potencia de vida, nacimientos que nacen, mueren y vuelven a nacer, pero que nunca nacen realmente fuera de este gran vientre.

Dios es una fémina embarazada de vida y un ser masculino que la abraza en un amor luminoso, blanco, cegador. Es la unión perfecta en el amor.

Cuando alzo la vista a la oscuridad de la noche veo las luces que atraviesan los poros del útero divino; estelaciones.

Según Einstein el espacio se curva de modo que le permite no tener límites y ser al mismo tiempo finito, yo siento como si hubiera recorrido con la visión el espacio sin límites y hubiera encontrado su puerta, su ojo, la vulva que permitiera el verdadero nacimiento; el corazón.

Es el corazón el sol alrededor del cual vive el ser humano, en él esta nuestra esencia, de él brotan los ríos que circulan y vuelven a él. El pulso y la respiración se unen en él. Pero es además el sentido que transciende a todos los sentidos; ve sin ojos, escucha sin oídos, habla sin pronunciar palabra, y ama sin necesidad de tacto. En él se guarda una gota destilada de luz del abrazo de amor divino, en él se encuentra la memoria del origen y de la creación.

Todo en la vida, en el universo, tiene corazón; el sistema solar y el átomo tienen corazón, todo está conformado de infinitas partículas con núcleo corazón, no parece extraño que lo ínfimo reproduzca la inmensidad, ni que en el corazón se halle el misterio que atisban, experimentan y viven, científicos, místicos y artistas. Sin duda ha sido el corazón quien ha activado la intuición del ser humano, pues el pensamiento desvinculado del corazón es como pasillos de librerías sin luz para leer los libros de sus estantes. Sin duda fue él quien reveló en sus sesiones alquímicas los “Principia” a Newton, y el que susurró a Einstein sus teorías. Fue quien le ofreció visiones y sinfonías a Hildegarda, despierta y con los ojos bien abiertos.

Cuando se trata de transmitir este misterio inefable, se usan ecuaciones, imágenes, poesía, sinembargo son sólo trazos que se aproximan, que lo acarician con rodeos, que lo señalan para que cada uno lo descubra en su propio ser.

Su textura desnuda, su beso de vapor, su luz cegadora sólo se conoce si se vive, y si se vive, se es uno con él y se desconoce todo lo que es extraño a él; luz sublime, amor entero en el que todo es núcleo y unidad.

Mapi Rivera

1
Es el universo un útero enorme,
la matriz del dios luz preñado de vida.
Las constelaciones son las pulsaciones
que laten y transmiten la luz.
Nuestra vida reproduce la vida de la luz
en la oscuridad del nacimiento y la muerte.
Las estrellas también nacen y mueren en un tiempo dilatado.
Y la luz que en la oscuridad de sus entrañas fecunda la vida,
no experimenta el ciclo del nacimiento y de la muerte;
es el padre y la madre de ella misma,
concibe la forma en su interior pero ella no tiene forma,
es luz, solo luz.
Al mirar el cielo contemplamos la cúpula de su piel interior,
por los poros, inevitablemente, atraviesa la luz;
estelaciones.
Quien nace a través de cualquiera de sus poros
atraviesa la piel de la ignorancia,
ilumina su cuerpo con tanta intensidad
que incandescente se transforma en luz divina.
¿Quién la conocerá, no solo en el corazón del cuerpo,
si no en el “cuerpo” de luz del corazón?
El corazón es una semilla de luz,
el mapa del cielo con el sendero de la constelación
que quiere seguir cada vida para volver a la luz.
Parece un juego extraño y sinsentido,
¿qué necesidad tiene la luz de crear, de concebir?
¿por qué los hijos de la luz han de atravesar la oscuridad
para volver a la luz?
¿Por qué no permanecer luz, luz, luz?

2
Y todo el amor del que soy plena
me tiene tensada la piel del pecho,
suave blanca y fuerte,
al límite de su extensión.
Una caja de resonancia es mi pecho,
se ha inflamado del amor que lo vacía.
Tus caricias hacen que emita notas de luz,
sueno a música silenciosa.
Tus palabras húmedas en mis oídos
susurran un canto,
el lenguaje que usamos es secreto,
lo conocemos así como conocemos
nuestros cuerpos,
lo pronunciamos al amar.
Entras y sales de mi cuerpo
pero no siento que nada extraño entre o salga de mí.
Eres más familiar que un hijo naciendo de mi misma,
más familiar que un padre modelándome en mi interior.
A través del negro de tus ojos,
visiono el universo,
inmenso, oscuro, salpicado de luces;
veo mi origen.
Una estrella luminosa
me acunaba antes de nacer al mundo,
ni un solo día he dejado de añorarla, de anhelarla.
Al amarte descubrí una vía de acceso,
tú penetras la luz en mi,
la luz me atraviesa
y nos eleva en remolino de ternura.
Es el camino de regreso a casa,
trazado por las dos caras
de un mismo corazón;
corazón amante,
corazón amado.

8
La oscuridad está dentro de la luz,
es su vientre,
nosotros vivimos en un planeta,
en un universo,
las estrellas se alumbran y desaparecen,
los seres humanos nacen y mueren,
dentro del vientre oscuro de la luz divina.
Para nacer de verdad,
un ser, una estrella,
debería atravesar este gran vientre materno
y aparecer en la luz que desvanece las sombras.
Pero en ese instante
en que la materia o el cuerpo se fundieran en la luz
¿quién recordaría el vientre del tiempo,
del nacimiento y de la muerte, del placer y del dolor?
Esta vida es una ilusión
para quien la atraviesa,
desaparece como la imagen de un rostro que se aparta del espejo.

9
En la cúpula de nuestro amor
mi mirada derrama estrellas
y mi vientre engendra un astro de luz.
En la base de nuestro amor el corazón de luz
se mueve y se debate
entre la concentración o la emanación.
Al contacto de tu cuerpo
mis poros evaporan ternura,
el círculo que creamos al amarnos
es la órbita que gira alrededor del sol,
reconozco el universo en nuestro abrazo.
La ausencia del tiempo y del espacio
se oculta en el mismo tiempo y en el mismo espacio
que da vida ahora a nuestros cuerpos.
El universo, todos los soles, todos los universos
se ocultan en el corazón de los amantes
y se revelan a la luz de su amor.
Al enfocar la mirada y la conciencia
al inmenso cielo interior,
en la noche de ojos cerrados,
se contempla inundado de estrellas
o amaneciendo de luz.

6
Palpo mis pechos,
veo mi cuerpo sano
a través de la luz
que atraviesa el agua de mar
en que me baño.
Siento la vibración de mi vulva.
Mi cuerpo está maduro
su naturaleza querría concebir.
Lo único que engendro
es un retoño de conocimiento,
verde como un nuevo brote
que conoce el secreto de la transformación de la luz. (fotosíntesis)
Yo también tiendo mi cuerpo desnudo al sol,
dejo que penetre por cada uno de mis poros.
El retoño crece estirándose hacia la luz,
reconoce a su padre y a su madre.
He sumergido mi cuerpo en el mar,
tantas veces como lo he profanado,
y muchas más,
lo he lavado en el vientre de su agua salada,
lo he secado al sol.
Mi entrega única a él
me ha devuelto un cuerpo sagrado
como el de una virgen.
Ahora que la luz lo fecunda,
que ella besa mis labios,
y los abre para hablar o callar,
ahora me pone a prueba el otoño,
llevándose el sol a la distancia y al atardecer.
Tendré que abandonar este ritual
de tenderme desnuda al sol,
porque ya huele a frío.
Solo me quedará desplegar mi corazón crecido,
sumergirme en él desde el calor del hogar,
dejar pasar la luz a través de los cristales,
hacerme un invernadero transparente
para el retoño que crece mientras
yo me hago pequeña.

4
No quiero dejar pasar este poema
que aún no es,
tan sólo una vivencia, una visión:
allí donde el tiempo no se contradice
y el espacio es tan sólo una imagen,
en ese suspiro de la dimensión,
nos encontramos, amándonos.
Desde allí,
se nos ofrece la visión del mundo
y los segundos seguidos de las horas,
como una cadena de enlaces ocultos
que aprisionan lo verdadero,
siendo en apariencia tan real
y en verdad tan ilusorio.
Vivir el mundo, no sé.
En el amor de nuestra unión
soy verdadera.
Vivir el mundo, no sé.
Aunque aprendo a mirar el cielo
y el mundo desde el cielo,
y desde le mundo el cielo.
El cielo interior
se ha abierto para mi visión;
un sol luminoso se ha partido en dos
como una cáscara,
se ha abierto y en su centro
me ha mostrado otro sol más luminoso.
Este sol también se ha abierto en dos
y ha aparecido un tercer sol,
un centro radiante e intenso en luz.
La luz de la luz,
se guarda en un astro de luz.
El sol que vemos
no es lo que parece,
es lo que guarda en su centro.
Igual que mi vida es mi corazón.
Este corazón lo inflamaste con un gesto,
te debe la vida viva,
por eso se entrega a ti.
Tantos misterios son sólo uno,
aunque urdan las tramas de lo aparente,
el hilo es anterior al vestido,
la imagen del vestido es anterior a él,
pero la desnudez es anterior a la imagen.