Para Ochún, patrona del río. Que el tintineo de tus brazaletes, siga llamando al amor.
“(22 de octubre de 1913) Demasiado tarde. La dulzura de las penas y del amor. Que ella me sonriese a mí en la barca. Eso era lo más bello de todo. El deseo constante de morir, y el de seguir resistiendo, sólo eso es amor.” Franz Kafka. Cuaderno octavo. Diarios.
“Ver el mundo en un grano de arena, y ver el cielo en una flor salvaje.” William Blake
Trinidad, Cuba, 7 de mayo de 2005
Cuando ya tenía perfiladas la mayoría de las líneas que definirían los párrafos sobre la obra de Mapi Rivera y trataba de darle su última forma, me surgió la posibilidad de hacer un viaje a esta isla, desde la que ahora escribo. Una estancia, de retiro y descanso; muy ansiada, después de tantos meses lúgubres a los que mi vida personal se ha visto abocada tras arrebatarme la muerte, a la persona que más amaba, con la que compartía mis días.
Por esta razón, porque siento que no puede ser de otro modo, intentaré desde el comienzo, corresponder la pureza y la sinceridad que despliega el trabajo de Mapi con mi propia desnudez a la hora de desgranar unos párrafos que no se limiten a deambular por los tópicos de la crítica de arte. El proyecto es difícil. El pudor, los formulismos aprendidos, mis propios registros académicos, y los miedos, tiran del otro lado de este hilo del hálito… pero ahí va mi empeño.
Empezaremos sumergiéndonos en el cuidadoso “proceso de trabajo” de la artista, que ante todo es ejercicio vital, de comunión con la vida y no una actividad profesional separada del sentir. Su obra se construye a partir de impulsos muy hondos que se plasman de un modo directo en sus poemarios. Estos versos son tan sustanciales, tan definitivos en su trabajo, como las fotografías, los dibujos o los vídeos.
Sus “baños” diarios de naturaleza, entre arena de playa, bajo la cúpula de estrellas, constituyen acciones naturales de ritualidad que dan origen a sus piezas plásticas. Digamos que su ejercicio creativo no consiste en fabricar y planificar imágenes en su estudio, que luego se llevan acabo maquinalmente como si de un rodaje publicitario o de una película se tratara. Mapi traslada a sus creaciones, experiencias y procesos interiores muy íntimos, vividos por ella de un modo físico, sensorial.
Por eso me parece interesante matizar el concepto de “repetición” de sus series. En su caso, no se trata de una opción de estilo o teórica; sino de las huellas, de las estelas, de sus encuentros privados con una espiritualidad muy suya. La prueba, el ensayo, la búsqueda sincera, dejan rastros silenciosos que terminan plasmándose en piezas artísticas en las que la seriación no es sino el mapa de una escalera hacia la “luz interior”. Desde distintos ángulos, la artista intuye este movimiento de atravesar estadios, “pieles de paso”, que se superponen como sedas traslúcidas sobre su cuerpo, y de las que se despoja súbitamente cuando lo “cree”, lo siente, oportuno. Entonces, la luz se convierte en el único traje que la puede “salvar”, en un acto de fusión con el todo, con la divinidad.
Su modo de crear es positivamente ambiguo, abierto, poéticamente sinuoso. Tras una labor de investigación emocional, de escritura desde el cuerpo, aborda con sabiduría el territorio de los afectos, con un carácter que la transciende a ella y hace universal lo que toca. Sus imágenes prescinden de anécdotas, de escenarios cotidianos, de otros cuerpos que no sea el suyo y su proceso vivencial. Evoca símbolos abstractos que me sugieren categorías universales como la creación, el nacimiento, el tránsito a la muerte, el enamoramiento, la perdida o la locura. Pero este reguero de afectos se hace frágil y acuoso; difícil de entender desde la razón, y por eso Mapi Rivera abre otras vías… Nos empeñamos en comprender lo que nos pasa, poseer el mundo, abarcarlo con el cuerpo, con los brazos, piernas, mejillas… pero a veces, el fluir de nuestros recuerdos no nos deja; o los acontecimientos nos superan y nuestras esperanzas naufragan.
El arcano XVII: “La estrella” levita
A veces, siento que el universo de Mapi se despega del suelo, que se eleva, desde una plataforma concéntrica. También intuyo que debe resultar incomprensible para los que no quieren destapar sus ojos a lo que difícilmente la razón explica, para los que renuncian a enfrentarse al ejercicio de limpieza y encuentro con nosotros mismos que requiere. Retiro las palmas de mis párpados, las que me protegían del sol de esta playa de Trinidad, y regreso nueva a sus fotografías, que recortadas, se bañan junto a mis pies en la arena… y lo que veo, así de primeras, sin más, es una mujer sola. Me veo a mí misma. Una mujer sola que sin embargo se siente acompañada, plena, que no está estática, que en cada imagen ejerce una acción dentro de ese mundo abstracto que Mapi detalla; ya sea el juego con las esferas transparentes, que como pompas rígidas y cristalinas se deslizan por su cuerpo de gimnasta celestial y sexual, o la acción de vestirse y desvestirse con telas.
Ese mismo fluir de energía es lo que desde hace siglos emerge del misterio dibujado que es el Tarot de Marsella. Y concretamente, Mapi es la carta de “la estrella”. Recordemos este arcano mayor, el número XVII: Una mujer desnuda (de hecho la primera figura humana desnuda que surge en el Tarot) de cabellos rubios, realiza en el río un ritual infinito de purificación, llenando y vaciando ánforas de agua en ese caudal eterno, bajo un cielo costelador. Estrellas sin noche. Maravillémonos ante la correspondencia de esta carta y las “Estelaciones” de Mapi, sus abluciones en luz, los mantras que destilan sus versos: “Palpo mis pechos/ veo mi cuerpo sano/a través de la luz/ que atraviesa el agua de mar en que me baño. /Siento la vibración de mi vulva. /Mi cuerpo está maduro/su naturaleza querría concebir”…/… “Tendré que abandonar este ritual/ de tenderme desnuda al sol/ porque ya huele a frío.”
Al mismo tiempo, como una deidad mitológica que encuentra su poder y su energía en lo primigenio, la artista se inserta de pleno en la corriente de mujeres artistas que reconocen la existencia de un licor energético intrínseco a la feminidad. Recordemos que siendo esta vía una tendencia muy seguida en el arte feminista de los años 60 y 70 tanto en Europa como en Estados Unidos o Latinoamérica, con figuras tan luminosas como Gina Pane, Ana Mendieta, Shigeko Kubota, o Carolee Schneemann entre otras muchas; desde la última década del siglo XX, (y en este contexto se inscribiría la obra de Mapi Rivera), renació este planteamiento de vuelta al origen y de exploración del cuerpo de la mujer en otra generación de creadoras que hicieron de la desnudez y sus fluidos, un nuevo lugar desde el que hablar, pero con una actualización de muchas variables y sensibilidades. Sería el caso de Pipilotti Rist, Mariko Mori o Vanessa Beecrof con las que Mapi Rivera entroncaría.
Aunque me gustaría volver a recalcar que en el caso de Mapi, la desnudez y la exposición del cuerpo no parten de una cuestión estética, o de un territorio crítico desde el que fabricar nuevas identidades para el futuro, sino productos de su proceso interior, del despojamiento radical de todo lo que se vuelve accesorio.
El calor de la alquimia
Mapi embarked long ago on a personal quest for self-knowledge through her work. The light passes, gives heat and transforms her body, that is a receptacle. Like a fruit that is shelled, or comes off its skin, it dresses and undresses to show us how it receives that glow. In her photographs, in her videos, she appears alone, almost superimposed on a neutral, heavenly, sky, sea background; playing, manipulating spheres: stars, particles, atoms, planets; or fabrics, feathers… trying to blend as much as possible with those pure backdrops to be part of the whole. Her work cannot be understood without her spiritual, initiatory vocation. In her vocabulary, the terms "heart", "love", "rebirth", "light" refer to languages of mystical knowledge. It does not matter from which culture we approach these inner processes, several inspire us. Perhaps Vedanta is one of the most intense approaches to this "mystical intuition" that avoids ordinary thought, which is born from superconsciousness, which brings you closer to the absolute, to the "atman", from love, and in this union, love embraces everything… you at the first place, achieving that desired goal: fusion with the universe without seeing separation. This state of complete absorption, to which the Sufi poet Rumi sang so beautifully, receives various names, from the eastern samadhi; to ecstasy in Christian mysticism; and describes the moment in which the person, finally, feels alien to the outside and bathes in the waters of one. "There are different ladders in a pond to get to the water, but water is one", said the ascetic Ramakrishna in Calcutta, while describing her state of transcendence with all kinds of body modifications that she described as: fires, burning, flow of. tears and tremors.
Mapi Rivera también busca en estas aguas y las fronteras entre la religión, la astronomía o el arte se difuminan ante sus ojos. Ella misma ha expresado con claridad esta investigación personal: “Es ahora después de que mi ser haya vivido la transformación alquímica cuando quiero contrastar esta experiencia. Y es que tal como Hildegarda de Bingen conocía el firmamento a través de su condición visionaria, también yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón”
Mucho se ha escrito de la necesidad humana de recuperar este momento del “ángel del alma”. Oigamos en este caso al místico sufí Hazrat Inayat Khan en su obra La vida interior: “Todas las almas tienen como primera expresión una vida angélica, y no es sorprendente, por tanto, que lo muestren en la vida, porque ella está en el fondo de su alma. El alma, atravesando diferentes esferas y planos de existencia, participa de diferentes atributos, y los atributos del mundo inferior se reúnen y amontonan de tal manera alrededor del alma, que esta casi olvida su primera experiencia de si misma, la de ser puro. El alma que a través de toda su experiencia del mundo posee una tendencia hacia su origen, hacia su estado angélico, muestra un carácter diferente al mostrado por las características generales de los seres humanos. Este alma manifiesta la tendencia de la brújula, que siempre apunta en una cierta dirección, por mucho que se la mueva o agite.”
La lente del corazón
“Mi corazón es como la cera: se derrite en medio de mis entrañas.” Libro de los Salmos. (Salmo 22)
Mapi ha escrito: “yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón” En esta sentencia condensa toda su imaginería de los últimos años. El corazón, “ojo del alma”, desde el que mirar al universo. Y continúa:
“Todo en la vida, en el universo, tiene corazón; el sistema solar y el átomo tienen corazón, todo está conformado de pequeñas partículas con núcleo corazón, no parece extraño que lo ínfimo reproduzca la inmensidad, ni que en el corazón hallen el misterio que atisban, experimentan y viven, científicos, místicos, artistas”
Y aquí abriríamos una puerta riquísima culturalmente a las teorizaciones sobre este órgano que cuenta con “una historia apasionante” que engloba tanto su asociaciones con los afectos como las visiones biologistas que desde el siglo XVII trataron de despojarle del reino del sentimiento.
Pero los intentos de reducir el corazón a su materialidad científica…os digo que son fallidos. A pesar de esa imagen tan paradigmática del médico inglés del siglo XVII William Harvey levantando este órgano en su mano en una de sus sesiones de disección para desmontar la mitología de la víscera, el corazón, y su alojamiento en nuestro pecho, sigue rezumando los significados que lo asociaban a la sabiduría, por ejemplo entre hebreos, aztecas y egipcios; a la estela del “corazón pensante” chino, o al “corazón-reino de Dios” cristiano. Los propios médicos del siglo XIX no podían explicar cuando se inventó el estetoscopio como el órgano se aceleraba o se detenía al compás de los afectos; esos mismos cardiólogos que tuvieron que admitir inquietos, tras analizar el corazón conservado de Santa Teresa que ese desgarrón en el miocardio del ventrículo izquierdo que atribuían a una angina de pecho era también la sombra de la flecha del ángel que la leyenda cuenta que la atravesó.
Existen aguas subterráneas que superan nuestra objetividad y no podemos negar que “sentimos en esta víscera”: al enamorarnos el corazón se embala; y cuando perdemos a nuestro amante, nos duele físicamente el pecho.
A veces, basta con que el amado sitúe la palma de su mano sobre nuestro corazón para hacernos revivir, tristemente no siempre se consigue: “Tocó el corazón de Enkidu pero no latía, ni volvió a abrir los ojos. Entonces Gilgamesh cubrió a su amigo con un velo, igual que se le pone el velo a una novia” El Poema de Gilgamesh.
Sol-edad
“Pasaste por mi corazón como el temblor de luz por la colmada red del pescador.” Dulce Maria Loynaz
Sigo en la playa de Trinidad. Pasé sola toda la jornada, y me traigo sin esfuerzo a la memoria el día que hace varios años pasé con Mapi en su casa de pescadores de la Barceloneta. Fuimos a rodar una entrevista, y me llega fresquísima la energía serena que emanaba, el calor franco de su cuerpo. Ni siquiera durante el rodaje preparado de unos planos, que le pedimos para acompañar su intervención, generó algo desnaturalizado. Con su traje etéreo, perfectamente planchado, plegado, se entregó a la cámara con verdad. Un poco antes nos había enseñado la maquina de coser que como prolongación de su cuerpo hila esas pieles, esas telas que cose y descose; ese vestido que siempre es el mismo y siempre es nuevo, en el que para la ocasión introdujo ligeras plumas que luego brotarían del corazón de trapo más luminoso que nunca he visto.
Escribo en mi cuaderno. Amanso mi duelo. Sigo en esta isla. Y mirando el mar mi ánimo se recoge. La obra de Mapi me trae ahora palabras que atribuyen a Buda: “Que cada uno de vosotros sea su propia isla, cada uno su propio refugio, sin tratar de acogerse a ningún otro. Que cada uno de vosotros tenga la enseñanza por isla, la enseñanza por refugio, sin tratar de acogerse a ningún otro”
El sol cae, el son cubano se pegó a mi bronceador; curioso que ahora para mí, estas melodías me perfuman diferente.
Mapi, un dulce viento arrastra los folios que sobre tu obra escribí en Madrid, y los esparce por las tumbonas vecinas, ya es inútil recuperarlos. Ahora tu Barceloneta es esta playa del Caribe y te veo aquí con el vestido de pliegues abriéndome tu ser, como si fuera el mío, que aun sangrante, pide volver a amar. Nunca dejé de hacerlo en realidad.
Los versos de las poetas cubanas que en el mercadillo compré, juguetean en mi bolsa con tus imágenes impresas que a partir de ahora y desde este húmedo atardecer cubano, se han convertido en vehículo terapéutico para mi corazón. Con ellas me curas y me siento de nuevo preparada.
“No fue gloria pasada el conocerte porque sigo teniendo lo tenido; Tú no eres la noche ni el olvido, en mi pecho renaces sin tu muerte. Sé que es larga y monótona la espera, y si acaso tu rostro se borrara algún sueño mañana pareciera. No me canso, mi amor, ya de quererte.” Carilda Oliver Labra