LA VISIÓN ÚNICA
Desde que tengo memoria, me he acercado a la experiencia visionaria a través de mi propio proceso de creación, sin mapas, ni guías, ni caminos trazados, en el profundo recogimiento de mi estudio o en la naturaleza.
Sin embargo, varios factores confluyeron para qué tras una profunda crisis, comenzara a dedicar diariamente un tiempo constante a la meditación sentada. Me iniciaron en el zazen cerca de los lagos de Finlandia, y desde entonces hasta el presente me ha sanado, me ha nutrido y me ha enriquecido con visiones fulgurantes primero, regalándome cartografías internas y cósmicas, y últimamente también con pronunciaciones sumamente poéticas.
Emergen unos mensajes que redundan en las visiones internas, pero que a su vez desgranan la cadencia de la palabra susurrada al oído interior, y poco a poco van creando un cuerpo de sentido que responde de forma dilatada, metafórica y simbólica a las preguntas esenciales de la vida.
Esta comunicación íntima, me habla de un “vosotros” abierto a la humanidad. A veces, me acomete la urgencia de compartir lo que se me confía, otras siento que todo tiene su momento. Sin embargo, en ocasiones, y no sin cierta ambigüedad, insisten en decir que “el momento ha llegado”.
“En todo momento se indica que el momento ha llegado.
El momento es ahora y siempre ha sido ahora,
solo falta que vosotros… reconozcáis al fin,
que el momento ha llegado.”
Ahora y tras meses de inmersión en la abundancia de imágenes y palabras inspiradas, me atrevo a compartir unos fragmentos y unas imágenes que tratan sobre el despertar de la percepción sensitiva, o la “verdadera visión”.
La intensidad del recogimiento de este momento vital que atravesamos, y la suspensión de la aceleración del entorno, ha provocado seguramente que las comunicaciones aumenten.
Así, en la delicada decisión de un gesto, comparto con vosotros lo que me ha sido previamente dado.
Visión inspirada: Elegir la luz
Tiempo de recepción: 27-03-2020, noche
“…Vuestro cerebro es la semilla de vuestro pensamiento,
es el motor de vuestras acciones.
Tiene dos hemisferios, el izquierdo y el derecho.
El hemisferio derecho está abierto y es fluido.
Si es poroso, la luz se derrama sobre él con gran facilidad.
El hemisferio izquierdo es como una nuez constreñida,
controla y codifica todo el flujo que recibe el hemisferio derecho.
El hemisferio izquierdo es como las paredes hexagonales del panal de miel.
El hemisferio derecho es la miel sobreabundante.
El hemisferio izquierdo contiene vuestro pulso,
contiene vuestra inspiración,
contiene vuestra creatividad
y restringe vuestra visión.
Percibís el mundo limitado por las lindes de vuestro hemisferio izquierdo.
Vuestro hemisferio derecho es una casa sin tejado,
allí se alumbran los rincones más profundos.
Entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo,
hay un ojo que se abre con el permiso de ambos.
Si este ojo central mirara solo con el hemisferio derecho,
la visión quedaría sobrexpuesta por la luz.
Si este ojo mirara con el hemisferio izquierdo,
la visión quedaría restringida por la oscuridad.
El flujo entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo se regula en el centro.
Hay que dar el salto de un lado al otro
en el puente que los une salvando sus distancias.
Las conexiones de este puente central hunden sus raíces en el corazón.
El corazón es un cerebro que regula la mirada central.
En el corazón se proyectan las imágenes del ojo único,
es la cavidad que permite la visión.
El corazón tiene neuronas que se multiplican
cuando el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho se abrazan.
Su percepción pasa a ampliarse y multiplica sus células de sensitividad.
Lo que percibe el ojo central resuena en la cavidad del corazón.
Esa percepción hace vibrar todo el ser nuclearmente,
y lo transforma elevando su frecuencia.
Aligera, así, la carga pesada de la visión limitada,
expande, así, la posibilidad infinita de la visión remota.
Este ojo corazón que une la frente y el centro cordial se enfoca al infinito,
traspasa los horizontes de lo visible, desgranando lo invisible.
Un nuevo mundo vibrante y vivo se despliega sencillamente ante nosotros
en la quietud de la visión interior.
Es un ojo solar y radiante que emerge del corazón a la frente
en el alba del renacimiento.
El cambio de paradigma necesita el puente que une fluidamente
el hemisferio izquierdo con el derecho,
lo masculino y lo femenino,
la luz y la tiniebla.
Ya no hay tiempo de maniqueísmos,
pasó la época de la dualidad.
Los amantes se abrazan en la semilla única
y veneran la reunión de su propia dualidad.
Para abrazar al otro, primero hay que abrazarse a uno,
tender el puente entre lo diestro y lo siniestro,
alumbrar las tinieblas
y rescatar el corazón de lo profundo.
El nuevo día permite que juntemos nuestras manos,
dibujando el flujo infinito que nos une con lo eterno.
Somos dos y somos uno,
porque elegimos volver,
y en el origen de los tiempos,
solo hay un tiempo para ver.
Ves lo que está delante de ti,
sin todavía verlo,
porque necesitas despertar el ojo de la unión.
El universo que te rodea vibra en partículas diminutas de luz,
estas partículas son la sustancia vital,
el pálpito de ternura que sostiene todo lo que es.
Tu cerebro derecho lo sabe sin ver,
y tu cerebro izquierdo no lo quiere reconocer.
Pero el ojo de tu frente es el punto medio que trae la paz de tu visión.
Las conexiones se restauran entre lo diestro y lo siniestro,
y el hacer se vuelve grácil,
y el sentir se torna ligero,
y el ver desvela los velos de la doble visión.
El único ojo percibe la única luz del corazón.
Esa luz que irriga todo lo que vive,
esa luz que endulza todo lo que crece,
esa luz que acaricia todo lo que es,
estalla en diminutas partículas delante de ti.
Tu ojo frontal, el ojo de tu corazón,
bebe de la fuente del gran ojo de la creación.
Tu ojo es su hijo porque ha nacido de él
y ha aprendido a ver mamando su visión.
La luz que circula genera la imagen que hace emerger la vida.
La luz que proyecta el gran ojo del origen mana de él.
Es una luz creadora de vida,
crea las burbujas de agua en la superficie del lago,
crea sus reflejos y sus ondas,
crea las hojas de los árboles,
el sonido de los pájaros,
crea los gusanos que se hunden en la tierra,
los perros que ladran en la lejanía,
los monos que trepan por los árboles,
los tigres feroces,
crea toda forma de vida.
La ilusión del mundo que vivís,
la crean vuestros ojos desdoblados.
Cuando unís vuestra visión,
veis más allá de las lindes aparentes
de lo que vuestro cerebro desdoblado os hace creer.
Cuando miráis con el ojo único,
rasgáis la apariencia del mundo,
arañáis y atravesáis la ilusión de todo lo que se manifiesta.
Cuando miráis con el ojo único,
dejáis de manifestaros.
Cuando veis con el ojo único empezáis a ser.
Ya no registráis las imágenes ilusorias del mundo,
ya no recolectáis emociones intensas de dolor y tristeza.
Elegís la vida,
elegís la luz que siempre circula.
Os volvéis creadores del mundo
y como el gran ojo,
diseñáis vuestra vida y creáis vuestro entorno.
Reconocéis el poder del cetro sagrado,
vuestra columna se yergue para apuntalar la visión
y el ojo de la cumbre ve lo que está en el llano
y ve lo que está más allá del cielo
y sabe que todo es pura ilusión.”