Hace mucho tiempo que Mapi emprendió una búsqueda personal de auto conocimiento a la que entregó su trabajo. Y su cuerpo es ese receptáculo por el que la luz pasa, da calor y transforma. Como una fruta que se desgrana, o se desprende de su piel, se viste y se desviste para enseñarnos como recibe ese fulgor. En sus fotografías, en sus videos, aparece sola, casi sobreimpresionada sobre un fondo neutro, celestial, de cielo, de mar; jugando, manipulando esferas: estrellas, partículas, átomos, planetas; o telas, plumas… tratando de fundirse lo más posible con esos telones puros para formar parte del todo. Su obra no se entiende sin su vocación espiritual, iniciática. En su vocabulario, los términos “corazón”, “amor”,” “renacer”, “luz” aluden a lenguajes de conocimiento místico. No importa desde que cultura nos aproximemos a estos procesos interiores, varias nos inspiran. Tal vez el Vedanta sea uno de los acercamientos más intensos a esta “intuición mística” que evita el pensamiento ordinario, que nace de la supraconciencia, que te acerca a lo absoluto, al “atman”, desde el amor, y en esta unión, el amor se hace con el todo… contigo el primero, logrando esa meta ansiada: la fusión con el universo sin ver separación. Este estado de absorción completa a la que tan bellamente cantó el poeta sufí Rumi, recibe diversos nombres, desde el oriental samadhi; al éxtasis en la mística cristiana; y describe el momento en el que la persona, por fin, se siente ajena al exterior y se baña en las aguas del uno. ”Hay diferentes escaleras en un estanque para llegar al agua, pero el agua es una” decía el asceta Ramakrishna en Calcuta, al tiempo que describía su estado de trascendencia con toda una suerte de modificaciones corporales que describió como: fuegos, ardor, fluir de lagrimas y temblores.
Mapi Rivera también busca en estas aguas y las fronteras entre la religión, la astronomía o el arte se difuminan ante sus ojos. Ella misma ha expresado con claridad esta investigación personal: “Es ahora después de que mi ser haya vivido la transformación alquímica cuando quiero contrastar esta experiencia. Y es que tal como Hildegarda de Bingen conocía el firmamento a través de su condición visionaria, también yo reconozco el universo a través de la lente que es mi corazón”…
En esta sentencia condensa toda su imaginería de los últimos años. El corazón, “ojo del alma”, desde el que mirar al universo. Y continúa: “Todo en la vida, en el universo, tiene corazón; el sistema solar y el átomo tienen corazón, todo está conformado de pequeñas partículas con núcleo corazón, no parece extraño que lo ínfimo reproduzca la inmensidad, ni que en el corazón hallen el misterio que atisban, experimentan y viven, científicos, místicos, artistas”…