ESENCIA GERMINAL

Desde la infancia se nos enseña a ver la realidad de forma separada a nosotros mismos. Nuestra percepción se basa, precisamente, en esta capacidad de delimitar los contornos de las cosas, y diferenciar unas de otras. Clasificamos y denominamos todo aquello que vemos. Nombramos a las flores según su forma, su aroma, su apariencia; la rosa, la campanilla de invierno, la caléndula, la hortensia, la margarita, el clavel… Las plantas aromáticas son otra especie particular que conocemos por sus cualidades sanadoras; la manzanilla, la menta, el tomillo, el romero, la lavanda… Diferenciamos el reino animal, del reino vegetal, del reino mineral, del reino humano.

Pero en un estado inspirado, más poroso, abierto y receptivo de percepción, tendemos a dar preminencia a las similitudes fundamentales entre todos estos reinos; todos somos seres vivos, y todos albergamos una naturaleza de origen seminal. En definitiva, todos nacemos de una semilla fertilizada.

Igual que a la abeja no le importa el nombre de la flor que poliniza, llegando a crear una miel mil flores, desde una percepción dilatada y esencial de la realidad, podemos centrar nuestra atención en aquello que nos une, en lugar de en lo que nos separa. En este sentido, resulta natural la equiparación entre el mundo vegetal y el humano que se trenza en esta exposición, ya sea a través de las imágenes fotográficas; echando raíz en Käänna Juuri 2019-2020, e irradiando polen en Esporogénesis 2022-2023, así como a través de los dibujos; condensaciones simbólicas de imágenes y mensajes germinales.

Todo mi proceso de creación comienza en una visión-audición interior, que después traduzco en escritos, imágenes dibujadas, o imágenes fotografiadas, pero, en definitiva, lo único que hago es ser fértil para la germinación de esa primera semilla-idea inspirada. También ejerzo de jardinera, la cuido en todo el proceso hasta que está lista para ser mostrada y compartida.

Si tuviera que condensar en unas frases el sentido que ha motivado esta exposición, diría que es la certeza de que todos formamos parte de un mismo planeta vivo, de que todos nacemos de una esencia seminal, de que todos provenimos de un mismo Origen. Aunque cada ser vivo es único, y sus matices aportan riqueza a este mundo, la vida es Una. Desde la mirada porosa, fraternal y tierna, podemos reconocernos, respetarnos y florecer, y así desarrollar todo nuestro potencial. Si nos atrevemos a echar raíces en esta tierra, y a germinar hacia el cielo, para irradiar el polen de la ternura y contagiar amor, sea cual sea el medio que cada uno escoja para hacerlo, este será, sin duda, el impulso de nuestra germinación y autentico florecimiento.

Solo así, a partir de este valor y atrevimiento personal, que contagia, irradia, y repercute inevitablemente en la comunidad, sostendremos un mundo habitable, generoso, fértil, y volveremos a crear un Jardín en esta tierra.