EL SENTIDO MÍSTICO DE LA LUZ

Desirée Orús

En Mapi Rivera la trascendencia se trascribe en imágenes. Ella misma describe su obra a partir de distintos parámetros que parten siempre del ser humano, utilizando el cuerpo desnudo como paradigma de pureza del que fluye la luz. Su trabajo visual se inicia siempre desde el interior para lanzar un mensaje que conecta con la necesidad de trascender en el tiempo, como en sus series Sinapsis de 2014 y Mares sin orillas de 2013. La luz es un factor fundamental en su obra y en su pensamiento como queda patente su tesis El sentido luminoso de la luz. Aproximaciones entre Creación y Experiencia Visionaria que la acercaron además al estudio de relatos y experiencias chamánicas y místicas, en los que aparecen testimonios de visiones que describen esa luz que parte del interior. Un lento proceso de creación que desarrolla a partir de vivencias personales y que ha ido materializando en un procedimiento sustentado por escritos, poemas, dibujos, fotografías y videos. Una mirada interna proyectada a través de imágenes que tienen un contenido vernáculo universal. La necesidad del ser humano de trascender, de romper la dimensión del tiempo. Un lenguaje visual que aborda conceptos tan abstractos pero al mismo tiempo tan relevantes como la eternidad y que constituyen la consistencia de su mirada. En la obra de Mapi Rivera el espectro interpretativo se abre a múltiples significados como ocurre en Sol de 1998, donde la luz se viste de hilos dorados de afectos e identidades. La esencia, el yo que se transforma en Mariposa [2002] o abre sus brazos Acorazonabierto [2000]. El cuerpo como frágil bastión, es el medio para Des co ser [2003] emociones que cubren su cuerpo hasta desembarazarse del tejido. Romper los hilos hilvanados para acceder, como una crisálida, al alumbramiento de una nueva claridad. Y tras el descubrimiento, el reconocimiento de la interioridad como principio generador de búsqueda y encuentro, simbolizado en la burbuja –Álitos, 2003–. Ese interior que es el medio para llegar hasta el origen, al vientre de la creación que explorará en Sostenibilidad V, de 2007. Un proyecto compartido con Ramón Casanova y Jorge Egea, perteneciente a la colección El agua y la tierra originales.

Mapi Rivera es una humanista tanto en la concepción de su trabajo como en la evocación que producen sus imágenes. Sus estudios acerca de la mística sufí, taoísta, chamánica o cristiana, le lleva a leer a autores como Rumí o Hildegarda de Bingen, entre otros. El cuerpo es la fuente que proyecta la luz identificada con el espíritu, con la fuerza creadora, con la energía cósmica como ocurre con Ilaluz de 2004 y posteriormente con ejemplos como Heliosis en 2011. En la primera serie la figura se sitúa en un espacio en blanco, de ámbito ilimitado, para después abrirse a los espacios naturales y convertirse en una fuente que irradia luminosidad. Círculos que proyectan el cuerpo levitándolo sobre escenarios nevados, lagos o a orillas del mar. Es la plenitud que conecta con la espiritualidad como en la serie Mares sin orillas de 2013, realizada durante la residencia de artista Ifitry en Marruecos, en la que la artista rinde homenaje a Ibn Arabi. Como ella misma escribió «Las iluminaciones de los místicos son como mares sin orillas, océanos de luz sin límites». En su camino el destello siempre la acompaña. Es una revelación, un recorrido espiritualidad que impregna su obra. En la colección de imágenes Sinapsis de 2014, Mapi Rivera se inspira en el libro El espejo de las almas simples de la mística y beguina Margarita Porete. La figura femenina recibe la iluminación por medio del relámpago que la elevará a otro estadio y retornará transformada. Un cambio que le hace regresar, a la matriz del universo, como escribe la propia artista, para afrontar su proyecto más reciente Amniosis. El origen de la propia existencia. El elemento acuoso, el mar, como germen de la sabiduría. El principio, la vida.

 

AMNIOSIS, 2016

Mapi Rivera

Nuestro cuerpo está compuesto de un 70% de agua, somos seres líquidos contenidos por una aparente consistencia. Estas imágenes son agua sobre agua y burbujas que alientan la vida.

Hay diferentes tipos de sueños, algunos son rastros de vivencias pasadas, otros, más vívidos, irrumpen en nuestra conciencia onírica para transmitirnos algún mensaje oculto, de forma velada o evidente. Estos últimos tienen una textura distinta y un carácter de realidad que los hace perdurar en la vigilia con una fuerza inusitada.

Tuve un sueño así, claro y definido, en el que vi un cuenco lleno de agua sobre él que caía una gota con un ritmo constante, continuo e inalterable. Cuando empezaba a despertarme, estando todavía en un estado hipnopómpico, me di cuenta de que, en realidad, ese recipiente de agua era yo misma y la gota que caía era el aliento que me mantenía viva. Sentí que, si bien el recipiente me contenía y diferenciaba, mi esencia era totalmente fluida.

Como el cuenco de mi sueño, el amnios es una fina membrana que envuelve y protege al embrión y está lleno de un fluido salino que es muy similar al agua de mar. Este líquido amniótico nutre al feto, permite su movimiento y el desarrollo de sus pulmones. Paradójicamente, es gracias a este fluido que, al nacer, podemos respirar.

Con un cuerpo maduro, capaz de respirar, de inspirarse e inflamarse de vida, decido regresar a la matriz primigenia. La palabra inspiración y la palabra espíritu están etimológicamente unidas ya que spiritus quiere decir “soplo” o “aire”.

En el alfabeto hebreo, las letras tienen cuerpo, alma y espíritu. Su emanación continua es la que crea el Universo. Estas veintidós letras sagradas son fuerzas espirituales que silenciosamente ocultan el secreto de la creación. Para revelar su numinosidad, las pronuncio con mi cuerpo, vivificándolas. Las manifiesto y ellas me dan su aliento, su soplo, su espíritu.

A través del éntasis y del éxtasis, vivo una amniosis, regreso al origen donde todo es potencia de vida, un Misterio que bulle y clama por ser conocido, en las profundas aguas abisales.