En el extremo de lo nouménico y al límite de sus especulaciones cabalísticas, Isaac Llúria, intuye que la Creación comenzó cuando Dios –theos- se retiró en sí mismo en un bucle autoreferente, se hizo –absconditus-, imposible de imaginar. De esta retirada emanó y fluyó una Luz divina en el primer espacio que había existido jamás, el primer ser Adam Kadmon salió de esta Luz.
De sus ojos, de su boca, de su nariz y de sus oídos emanaba una luz primigenia, ilimitada, de tal manera, insiste Llúria, que constituye un gran y abrumador Misterio, surgieron entonces de la nada unos recipientes especiales que recogieron esta luz primigenia. Estos recipientes eran materia primigenia o seminal. Pero los recipientes de materia primigenia se rompieron y el caos quedo liberado. A partir de ese momento y en el último instante cayó al espacio tiempo el ser humano, como una especie de proyección mental, <<imaginal>> del Adam Kadmon.
En el otro extremo, en el extremo fenoménico, y al límite también de sus reflexiones metafísicas sobre lo visible y lo invisible, M. Merleau Ponty nos dice que <<es así que lo humano deviene, por sí mismo, el mayor misterio. No entiende un universo, en el que ha sido precipitado por alguna razón que así mismo se le escapa. Entiende pocas cosas del proceso orgánico y menos aún de la peculiar capacidad de percibir el mundo que le rodea, de razonar y de soñar. Entiende menos todavía de su capacidad más noble y más sorprendente, la de trascenderse y percibir en el acto mismo de la percepción>>.
Entre el sentido numinoso de la luz y la fenomenología de la misma se ha movido la conciencia humana en su evolución. En el anhelo de desentrañar el misterio, el conocimiento se lanza a la búsqueda de ese –absconditus- origen de su propia proyección de luz y sombra, se lanza al encuentro de la imagen original, latente en su ser proyectado, al encuentro de la imagen latente.
Al exterior de la proyección misma, se da un extenso despliegue de conocimientos, de sus superficies y perfiles, una hermenéutica de las sombras, un oráculo de los signos aparentes. Pero también se da un profundo conocimiento interior, una cábala y una alquimia, que aspira a percibir en consonancia con ese latido de la imagen original. Anhelo de unidad en nuestra imagen interior, más que un conocimiento, es un co-nacimiento con la luz de la proyección, para ir a la fuente de la misma, a la fuente de toda comprensión, al abrazo con la Realidad.
La voluntad de crear –poiesis- vence la inercia de la oscuridad y hace aparecer la Forma, la hace salir de las sombras, establece una distinción manifiesta, esas formas, son los soportes, fragmentos de esos recipientes de la luz primigenia, esas formas, son las epifanías de la imagen original, la creación deviene por tanto una epifanía de la imagen, el paso del estado de ocultación al estado luminoso, manifestado, de hecho revelado.
El ver es corporal, el contemplar –theorein- es intelección, contemplar es prestar atención continua como la atención plena del budismo, esa serena expectación, interroga al Misterio, cuya respuesta siempre es, la “visión” misma de lo contemplado. Para Plotino, de acuerdo con Platón, <<la visión consiste en un contacto de la luz interior del ojo con la luz exterior, la visión es luz, la luz es visión. Existe una especie de autovisión de la luz, que es como transparente para sí misma>>, después concluye que <<cuando la “visión” se vuelve espiritual, ya no hay distinción entre luz interior y luz exterior>>, se permanece en la más absoluta contemplación de la imagen latente en la verdad, belleza y compasión del icono invisible.
<<No hay duda de que en todo arte existe la ambición de hacer visible lo invisible, y eso, únicamente eso es lo que hace el icono>>.
La luz es la materia de la imagen, es el alma del icono, ahora bien, no hay icono, no hay imagen sin luz revelada, el mismo Platón nos incitó a creer <<que la meta del arte, de todo arte, la más elevada, es encontrar la imagen de la Creación>>, la imagen auténtica y visible del misterio original, la imagen original.
<<Lo que el artista crea y después protege es un testimonio visible, de una actitud interior invisible>>, de un legado interior, <<la verdadera obra es, la contemplación que adopta el artista, la voluntad expresiva de la que su persona es ejemplo, desprenderse de la obra exterior para modelar mejor la estatua interior>>.
Hoy ese testimonio visible se manifiesta y toma cuerpo en el –katalogon-, <<la raíz -Kata- sugiere en la filosofía clásica una imagen intermedia>>. Así pues, discurso visual que intermedia entre la actitud interior del artista y la proyección exterior de la misma. El catálogo en tanto testimonio intermediario, se revela como icono de todo un proceso, como icono narrativo del proyecto y de la proyección.
No bastará por tanto para comprenderlo con una mirada superficial y convencional, requiere una exégesis visual, una atención plena, una contemplación, si queremos acceder a la estatua interior de sus autores.
Para ello nos adentraremos de la mano de Henry Corbin en el plano del ser intermedio de la mística sufí, que se corresponde a la función mediadora de la Imaginación , se le designa en la cosmografía de dicha mística como mundo luminoso de las Ideas-Imágenes, de las “figuras de aparición”.
<<La Imaginación activa es la que pone en relación de simpatía lo visible y lo invisible, para los contemplativos teósofos de la Luz, la función de la Luz como agente cosmogónico comienza en el mundo del Misterio, a partir de ahí, no hacen mas que aplicar sus leyes de perspectiva, interpretando esotéricamente las leyes geométricas de la óptica, esa ciencia escapa tanto a las demostraciones racionales como a los teoremas dogmáticos, esa ciencia es una iniciación a la “visión”.
¿Es posible ver sin estar allí dónde se ve? Las visiones teofánicas, visiones mentales, visiones de éxtasis en el estado de sueño o de vigilia, son por sí mismas penetraciones en el mundo que ven>>.
Kermânî <<fundamenta esta psicología profética y su noética y la refiere al movimiento mismo de la emanación eterna, que es un movimiento –ab intra- y –ad extra- movimiento que caracteriza igualmente las operaciones de la Imaginación como potencia activa e independiente del organismo físico.
Inversamente al conocimiento común, que se lleva a cabo por penetración de las impresiones sensibles del mundo exterior en el interior del alma, la Imaginación activa es la proyección del alma, que opera proféticamente, sobre el mundo exterior. La Imaginación activa guía, precede, modela, la percepción sensible; por eso transmuta los datos sensibles en símbolo>>.
El icono del catálogo recoge toda la experiencia fenoménica y nouménica del proyecto, se presenta bajo un título inicial, pero el tema explícito casi nunca es el verdadero propósito, el tema oculto se insinúa casi siempre en el título que está debajo o a continuación, en el subtítulo.
Así “el agua y la tierra originales” hacen alusión al primer encuentro entre la oscuridad y la luz, en ese primer contacto la tierra aporta las sales, la substáncia inerte, corporativa, el agua aporta la memoria original, en su mezcla dan lugar al barro –humus-, primera materia sensible a la voluntad expresiva, a la proyección de luz, modelable según modelo, según imagen original.
De ahí podríamos deducir que el tema es la imagen original, pero si a esta la anhelamos sostenible, no tanto como una cualidad sino como un principio, de que la imagen original vuelva a hacer aparición en el soporte de la materia, del –humus-, el título oculto seria “la fijación de la imagen original” dicho de otro modo y según se entienda la fijación como acto de creación permanente, tal vez, como acto de vida viva a imagen y semejanza del origen, de fijación de la forma incorruptible, en la materia incorruptible, de la belleza y perfección de la imagen original, de la primera Creación.
Deseo, anhelo, intuición, experiencia visionaria, la oración de cada uno determina la consonancia con el origen, la mímesis con el original depende de la pureza de ese limo, de ese barro, del –humus- y según sea, será la in-corporación, el levantamiento, la ascensión de la imagen.
Del modelado de la luz
En prácticamente todas las mitologías, al universo primigenio se le concibe como una gran matriz, huevo que contiene en su espacio interior la potencialidad de todas las cosas, es el recipiente primordial cuya membrana lo distingue del caos exterior.
En la más ancestral y propia tradición, encontramos a los dobles principios de “las aguas primordiales”, “la oscuridad”, “el poder invisible”, y “lo ilimitado”, la denominada ogdóada egipcia que se unieron para formar el huevo cósmico e incubar al dios del sol, a la semilla de luz Ra.
Posteriormente Ra crea a su imagen y semejanza y así del sudor de su frente aparecen los dioses y de sus lágrimas los seres humanos.
Humano de lágrima, ser líquido también de agua y sal, fluido, que alivia la sequedad emocional del ojo de Ra, esa lágrima que empaña su “visión”, al tiempo la recoge y al desprenderse aparece como la visión caída, la imagen caída y deformada de la “visión” de Ra. Cómo proyección del mismo, luz condensada de su “visión”, lente de su “visión” y de su luz, lente que focaliza y sectariza la “visión” en visiones, generando la multiplicidad de las imágenes de proyección, multiplicidad de reflexiones y espejismos.
Para volver a la “visión” original, a la “visión” de Ra, hay que ir más allá de la precesión de las imágenes, de las proyecciones y volver al útero inicial e iniciático, volver al estado de incubación, y en él transmutarse en materia sensible, en emoción a la luz para que esta revele nuestro ojo original, la “visión” a la que pertenecemos, nuestra verdadera imagen original, el icono invisible.
La cámara oscura hace las veces de huevo, útero iniciático, en la que el cuerpo debe transmutarse en materia fotosensible, en estética pura.
La cámara oscura es por tanto el lugar de la incubación, el refugio dónde guarecerse, y proceder a la sanación física y metafísica, teniendo en cuenta que toda patología tiene su origen en el alma, y por tanto no deja de ser una perdida de la propia imagen, empañamiento o corrupción de la misma, con la incubación de la imagen, tratamos de sanar o restaurar nuestra propia proyección. La sanación proviene de otro nivel de existencia, de otro estado que modifica el estado contaminado de la imagen, la visión deformada. La sanación efectiva seria la fijación definitiva de la imagen original que no solo nos permitiría renacer, sino que nos haría inmunes a cualquier estado de sombra, a cualquier espejismo o especulación.
A la cámara oscura, refugio excavado en la tierra, se accede mediante y a través de un paso estrecho, en griego –esteno- de ahí el estenope, como paso estrecho de la luz, principio de la cámara fotográfica. Esa estrechez nos sirve de paso al interior de esa matriz, acceso al estado primigenio para el posterior alumbramiento.
Las técnicas de la incubación, del modelado de la luz para la restauración de la imagen original son universales en todas sus formas, desde la meditación a los trances extáticos se hace uso del recogimiento en lugares apartados, receptáculos o cámaras para acostarse.
En nuestra tradición más inmediata, heredera de los misterios egipcios, la tradición greco-latina y según Peter Kingsley a dichas cámaras se las denomina -pholeos- y se hallaban cerca de los templos formando parte de sus instalaciones, manteniéndose posteriormente como criptas, lugares de recogimiento, ocultación y auscultación, de contacto y en definitiva de sensibilización de otros estados.
En el –pholeos-, refugio, se convalecía en la quietud, en la búsqueda de la imagen original, o por lo menos en la restauración de la correcta proyección, evitando la imagen fugaz, decían los antiguos griegos que <<la quietud absoluta es imposible para los seres humanos, puesto que los dioses mantenían una calma perfecta allí dónde los seres humanos serían presa del pánico>>.
La inmovilidad, paso previo a la quietud provoca en los débiles de espíritu la inquietud, el movimiento fugaz de las imágenes, se extravían en la agitación de su materia. Los que consiguen la inmovilidad de sus cuerpos sensoriales y relajan su materia a la inercia de la oscuridad, la oponen a la movilidad de la luz, y en ese estado de contemplación, los iniciados perciben el movimiento de la luz, movimiento que todo lo llena como la calma de los dioses.
La permanencia en ese estado permite a la luz arrastrar y mover también a la materia, empujándola a otros estados, a otras sensibilizaciones que puedan recoger los trazos de la luz, restaurando la armonía de la imagen latente.
En el –absconditus- de la cámara oscura, nuestros cuerpos, como materia sensible también se vuelven autoreferentes, En la incubación se impone la quietud de la oscuridad para así liberar la atención ordinaria de la distraccion, de las proyecciones exteriores y focalizar hacia el interior el movimiento de la luz, la calma de los dioses.
La información de los mensajeros de la luz, así es como denominan los físicos a los fotones, se vuelve activa cuando se enfoca a través de estados coherentes internos o sea, adquiere sentido cuando toma Forma, lo que ocurre en la Imaginación activa, así se habita un mundo distinto, se habita el estado intermedio, ese mundo imaginal de dónde procede la nueva imagen, dónde se domina y modela el estado de conciencia donde se modela la luz interior y exterior.
Para el modelado de la luz exterior, en la cámara oscura solo se da en primera instancia el contacto directo de la superficie corporal con la membrana interior de la cámara, esos contactos, como huellas inmediatas, devienen imágenes de movimientos gestálticos, en los que la Forma aparece sin proyecciones, es un modelado directo de la imagen alrededor del estenope como foco de sentido y coherencia.
En segunda instancia, las manos, órgano expresivo y elemento magnético en el que se modulan miles de frecuencias de luz corporales, son la única parte de nuestra superficie corporal que se puede poner en contacto con todo el resto del cuerpo, en un recorrido a la vez –ab extra- y –ad intra-, que permite reconstruir toda la memoria háptica de la imagen corporal de la proyección.
En otro orden de ejecución, será la mano la responsable de modelar la luz exterior, en consonancia con la luz interior, para que ilumine la oscuridad y arrastre también la inercia del otro barro para levantar la Forma, en un acto de transfiguración de la materia en icono, como dice Olivier Clément <<el icono abstrae, pero para extraer de la carne corruptible la corporeidad pneumática –espiritual- asumida e iluminada por la hipóstasis –unión-. Así la abstracción desemboca en la realidad más elevada, la figuración se abre al más allá de la figuración>>, <<el icono trasciende la oposición entre arte figurativo y el no figurativo para dar un arte transfigurativo>>, a imagen y semejanza de la imagen latente del icono invisible
En el –pholeos- es imposible alcanzar la luz rechazando la oscuridad, la sombra, hay que penetrarla, atravesarla, para ello y por ello conocerla, llevarla a la luz, así pues era también el lugar de la iniciación, el lugar de la “visión”, del sueño en vigilia, de la imaginación activa, de lo imaginal.
En su penumbra, tenia lugar la muerte aparente, del morir antes de morir, del morir a la proyección del mundo, y nacerse al origen y a su imagen, los iniciados sabían como velarse antes de revelarse, como percibir y trascenderse sin extraviarse y vivificarse en un hombre o mujer que sabe, un –pholarchos- un sanador sacerdote que conocía y practicaba la técnica de la incubación de otros estados de conciencia, de “visión”, <<no hay sanación real si no se sabe que hay más allá de los sentidos>>.
En el silencio del –pholeos- , la calma de los dioses acude y la luz contenida en la inspiración imaginal da un paso hacia el despertar de lo sagrado, es la vibración primordial de la luz, el acto primigénio de la Creación. Esa pronunciación constante, es el sonido de la imagen latente, el único sonido que se ausculta en la inmovilidad, el latido del corazón. De fondo se siente el siseo de los pulmones, del pneuma del icono invisible.
El siseo es el sonido de la creación permanente, el sonido que sostiene la imagen latente, donde las raíces –phos- y –phon- coinciden como fenómenos de un mismo noúmenos. Fundamentalmente, el sonido, la luz y la Forma, están relacionados armónicamente en la Gran Correspondencia. Entrar en contacto con ese sonido, ese soplo, ese movimiento del Espíritu, es el sol del iniciado, la “visión” de Ra, y el secreto, según Juan de Rupescisa <<fijarlo en nuestro propio cielo para que brille allí y arroje luz y el principio de la luz sobre nuestros cuerpos>>.
Del pensamiento cordial
Fue Shopenhauer quien según Alain Besançon tomo de Kant la distinción entre noúmeno y fenómeno y trato de reunirlas, así nos lo interpreta <<Tras la apariencia múltiple de las cosas existe una realidad fundamental, sustrato de toda realidad física o humana aprehensible; una realidad oscura, situada fuera del espacio y el tiempo, y por ello incognoscible. Esta realidad es inconsciente, pero determina el pensamiento consciente>>.
<<A esta realidad, Shopenhauer la llama Voluntad. Es la suma de todas las fuerzas inconscientes o conscientes del universo>>. Tradicionalmente se considera el corazón como la sede de la voluntad.
<<Es el lugar del ser y constituye su gran secreto. Es inefable, imperceptible, impenetrable, pero sólo él vale la pena ser dicho, percibido, penetrado. Pero ante el gran secreto como en todo sistema gnóstico, la humanidad se divide entre durmientes y despiertos, en ignorantes e iniciados o, como dice Shopenhauer entre hombres ordinarios y genios>>
<<Una especie de éxtasis gnóstico permite al iniciado genial alcanzar “la esencia del mundo, el verdadero sustrato de los fenómenos”. Pero este éxtasis es lo propio del artista, del artista genial. “Este modo de conocimiento es el arte”. El arte es la contemplación independiente del principio de razón, del entendimiento. El arte llega por intuición directa a los esquemas, a las estructuras, a lo que Shopenhauer llama siguiendo a Platón, las Ideas>>.
Así, Shopenhauer sitúa al artista en la misma categoría que al filósofo, y nel arte órgano visionario de la filosofia, puesto que <<El artista revela la esencia íntima de toda existencia. Ofrece de ella una imagen visible>>.
Es poco frecuente, más allá de avatares colectivos, que tres jóvenes artistas, tres personalidades, tres resonancias, decidan por propia iniciativa, en un acto de voluntad, conspirar, es decir respirar conjuntamente para un proyecto de creación, hace falta, se requiere un notable dominio de la sombra personal, de la propia resonancia, para ponerse al servicio de una idea al modo platónico, de una y solo una imagen 0riginal, compartir la búsqueda y lo descubierto, compartir el encuentro y las hermenéuticas y sin convertirse, verterse con los demás, en ese aroma de la creación.
En concreto aportar cada uno su experiencia y modificarse en las transformaciones del otro sin perder identidad, al contrario ganándola y ganándose el reconocimiento mutuo, ello de todas formas sólo se consigue mediante la voluntad expresiva, es decir el pensamiento cordial y por tanto por la gratitud, no sólo entre los autores, sino por la gratitud que comparten hacia la fuente de inspiración, por ese conspirar desde el mismo y hacia el mismo principio, bebiendo de distinta forma pero de la misma fuente y pronunciándose en armonía con la imagen latente.
Esa imagen latente se percibe con el poder del corazón, órgano sutil mediante el cual se produce el verdadero conocimiento, la intuición comprehensiva, la gnosis. <<es un poder o energía secreta que Ibn Arabí designa con la palabra –himma-, término que se asocia con la palabra griega –enthymesis, que significa el acto de meditar, concebir, imaginar, proyectar, desear ardientemente, -anhelar-, es decir, hacer presente en el timos que es fuerza vital, alma, corazón>>.
<<Por su facultad representativa, afirma Ibn Arabí, todo hombre crea en su Imaginación activa cosas que no tienen existencia más que en esa facultad. Este es el caso general. En cambio, por su –himma-, el gnóstico crea algo que existe fuera del ámbito de dicha facultad>>. <<Sabemos que la operación creadora implica necesariamente la manifestación de una existencia exterior, conferida a lo que poseía ya una existencia latente en el mundo del Misterio. Sin embargo, el órgano de la creatividad, la Imaginación activa, produce una operación muy diferente en cada ocasión, En el primer caso, tal como la ejercen el común de los hombres, está al servicio de la facultad representativa; produce imágenes que simplemente forman parte de la imaginación asociada inseparable del sujeto.
En el caso del gnóstico, la Imaginación activa está al servicio de la –himma- que, por su concentración, es capaz de crear objetos, de producir cambios en el mundo exterior. Dicho de otro modo, gracias a la Imaginación activa, el corazón del gnóstico proyecta lo que se encuentra reflejado en él >>, aquello de lo que es imagen de proyección, del icono invisible, el corazón palpita cuando es el ojo de la revelación.
La imagen latente nos remite a la fuente de luz de toda proyección, de todo conocimiento nouménico y fenoménico, nos remite a la fuente de vida a la –poiesis- cordial más allá de tiempos y espacios, de modas y modos o pasados de moda y de modo, de contingencias ideológicas, dictados de jerarcas culturales, linajes formales, y de conjeturas por venir. Todo se incluye y comprende desde ese fundamento en el pensamiento cordial, sin caer en integrismos ni sincretismos.
Lo demás es seguir la corriente, y expirar como tantas y tantas generaciones en la desembocadura de ese océano, hoy ya demasiado contaminado y cenagoso de voluntades sin corazón.
Queda, cuando queda, la experiencia de esa fuente original dónde lo imaginal brilla y proyecta por sí mismo, la bebida de ese néctar de creación que regenera el latido de la imagen original.
Mapi Rivera, coherente con toda su obra anterior aporta sus experiencias visionarias, que otra cosa puede aporta que la luz de la visión inexplicable e inexplicada, que trata de dilucidar en su investigación doctoral sobre “el sentido numinoso de la luz”. Como siempre se presenta mediante el soporte vivo y desnudo de su cuerpo, significante y significado, con sus gestos y gestaciones de sentido en esa imagen hierática y receptiva. Se presenta a través de los dibujos de luz, fotografías de Ramón Casanova, en esa simbiosis visual que han conseguido después de tantos proyectos en común.
Ramón Casanova aporta y desvela su intuición contemplativa su –theorein- sobre la luz como materia prima de toda imagineria, como un sacerdote del –pholeos- domina todas las –technai- de la cámara oscura y la incubación de la imagen, centrándose actualmente en la investigación doctoral sobre “las epifanías de la imagen”, como búsqueda del código por el que toman cuerpo, en esa in-corporación confluye con Jorge Egea, en otra simbiosis de colaboración en lo que seria el asombro por el aparecer de la imagen.
Jorge Egea, con una dilatada obra escultórica, vivifica la materia con el modelado de la luz exterior, en su donación de forma, se mantiene fiel al espíritu clásico en el sentido que la forma significa por sí misma el espíritu, porque es la forma humana la proyección de la imagen original, de ahí su investigación doctoral sobre “el modelado como creación y conocimiento”, en el sentido de contemplación activa que levanta la materia.
En la tradición griega, se alude a esos <<jóvenes que habían ido más allá del tiempo, que a través de la intensidad de un anhelo habían realizado un viaje iniciático fuera del tiempo y del espacio y habían llegado al corazón de la realidad; habían encontrado lo que nunca envejece ni muere, eran los denominados Kouros y Kourai estas ultimas eran consideradas “hijas del sol”, seres de luz que se sienten a sus anchas en la oscuridad>>.
Posteriormente, la tradición sufí también reconocía que <<estos jóvenes siempre existen en algún lugar de la tierra. La tradición a la que pertenecen se mantiene viva en una línea de sucesión continua que no esta vinculada a ningún país o creencia concretos. Sólo a través de ellos el hilo que une a la humanidad con la realidad permanece intacto. Tienen la responsabilidad de facilitar el viaje del héroe a otro mundo, a la fuente de luz en la oscuridad, y traer de vuelta el conocimiento eterno que allí encuentran>>.
En el episodio de la anunciación de Rûmî se verifica simbólicamente que <<quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor>>, conoce la sabiduría de su ser, <<lo que condiciona en el místico la “visión” del mensajero de la luz, el Arcángel>>. Es decir, <<define la aptitud para la “visión”, de una forma, en la que se conjugan y “simbolizan”, lo invisible y lo sensible>>.
Ante la aparición de una belleza sobrehumana,
ante esta Forma que florece del suelo como una rosa,
como Imagen que levanta la cabeza sobre el secreto del corazón,
ante mi Forma visible, huyes a lo invisible…
En verdad, mi hogar y mi morada están en lo Invisible…
¡Oh Maryam! mira bien,
pues yo soy una Forma difícil de percibir.
Soy luna nueva e Imagen en el corazón.
Cuando una Imagen llega a tu corazón y allí se aposenta,
en vano tratarás de huir; la Imagen quedará en ti,
a menos que sea Imagen vaga y sin substancia,
que se desploma y desvanece como aurora embustera.
Pero yo soy semejante a la verdadera aurora,
yo soy la luz de tu Señor,
Pues ninguna noche merodea en torno a mi día…
Te refugias de mí en Dios,
yo soy desde toda la eternidad la Imagen del único Refugio,
yo soy el Refugio que a menudo fue tu liberación,
Te refugias de mí,
y yo soy el Refugio.
Pensamientos de Platón, Plotino, Ibn Arabí, Kermani. Rumi, Isaac Lluria, Juan de Rupescisa, Shopenhauer, Olivier Climent, M. Merleau Ponty, Henry Corbin (extractos de “La imaginación creadora”), Alain Besançon (extractos de “La imagen prohibida”), Peter Kingsley (extractos de “Los oscuros lugares del saber”) y Alan Wolf.