DIME QUE ME QUIERES

Rafael Doctor

Ésta no es una exposición sobre el amor, sino sobre su carencia y sobre la necesidad que tenemos d él. Este título, no obstante, está más cercano a “dime que me aceptas, que te gusto, que soy alguien parta ti…” que “dime que me amas y me deseas”. Por tanto, y repito, no es una exposición sobre el amor, sino sobre el sustento del mismo.

Quiero partir de la simple pregunta del ¿por qué creamos?, ¿por qué producimos arte?, ¿qué se esconde tras la intención primera que nos inclina a parir mundos propios, a gritar desde el interior y fijar ese grito? Las respuestas siempre son múltiples y de distinta índole: autoafirmación en la desoladora realidad, trascendencia del tiempo de nuestras vidas, construcción de espejos constantes, diálogo con uno mismo ante la perenne imposición de nuestra innata soledad…
Toda creación es un grito. Toda subida de voz implora una atención que siempre suele ser primaria (una llamada de atención sobre lo que sucede, sobre lo que está ocurriendo aquí, dentro de mí). Y necesito atención y que se me escuche, que se piense en mí, que se me… Creación para atraer vuestras miradas y pensamientos, para hacer que mi grito individual transcienda en mi reducto de tiempo por vivir, para sentir que el mundo me pertenece ay que soy capaz de interpretarlo, para sentirme libre y diferente del aparente todo común que me rodea, para invadir el mundo mágico del porqué de las cosas, revisitar el universo y transitar por el lugar que yo elijo, para llegar a ser lo que se siente, para ampliar el corto espacio d la convención impuesta, para decir.

La atención hacia el otro, hacia un espectador que se sabe o hacia un extraño anónimo, siempre está presente. Ahora sólo basta llegar hacia la obra, crearla o verla y escuchar “dime que me quieres”, y contestar “claro que te quiero”. Pero todo está disperso y aparece abarrotado. Son muchos los gritos, aunque siempre menos de los necesarios…

 

Perros, chicas, dolores y placeres; Amparo Garrido, Carmela García, Mapi Rivera, Santos Montes

Si el título de esta exposición trata de ofrecer una idea general sobre la necesidad del arte y su función emocional y afectiva, el subtítulo ahonda en la individualidad y distanciamiento de cada uno de los temas que son tratados por los cuatro autores de la muestra. No trato de presentar una catalogación, una taxonomía, de los lugares de la ternura; simplemente muestro espacios contrapuestos donde se proyectan libremente esos mundos del afecto, lugres donde cada autor ha cultivado su grito, su queja, su historia. En esta exposición no hay muchos besos, está sin embargo muy presente el espacio de su ausencia. El título no debe entenderse de una forma literal, sino transcenderlo en su sentido absoluto y metafórico y entroncarlo con el significado de nuestra vida diaria. “Dime que me quieres”, pues es todo lo que busco, lo que buscamos. No se habla nada más que de uno mismo, aunque para ello haya que hablar a través de multitud de cosas…

Mapi Rivera (Huesca, 1976) realiza un trabajo sobre la soledad y el dolor en torno a la enfermedad y su diferencia. Muestra sus estigmas para exorcizar el rechazo y sobrevolar sobre esa piel afectada por algo presente no deseado. Las heridas se transforman en símbolo de amor y a través de ellas juega a enmascarar el dolor. Ella está ahí y no oculta nada que le sea ajeno, se presenta más allá de una envoltura y convierte en poesía las imágenes que genera su propio cuerpo al mirarlo, al tratarlo, al mimarlo. Todas sus imágenes y textos están dirigidos hacia un estadio del amor individual que hace olvidar todos los miedos que reposan o viven en el propio cuerpo. Aquí está para ser de una forma íntegra y para ofrecer todo lo que es como persona que ama, que siente mucho más allá de los escollos que la propia enfermedad ha planteado. Es un trabajo de una absoluta valentía, es un trabajo al mismo tiempo universal, dirigido desde su cuerpo hacia la diferencia individual de cada uno de nosotros. Amor que trasciende la piel y que se instala en el reducto de la ternura que reside mucho más allá.

QUERENCIAS

Agustín Pérez Rubio

De vez en cuando nos cuesta sonreír, nos cuesta expresar nuestro estado de ánimo y más aún si éste intenta dejar entrever cierta alegría o sensación de felicidad. En la mayoría de las ocasiones hasta nos reprimimos con respecto a nuestra alegría o nuestro humor. Estados del ser que por el contrario, no sé bien por qué reglas de educación, son a veces sutilmente refrenados. Quizá por ello se piense, haciendo caso de los viejos manuales de urbanidad o los de las buenas costumbres, que quien deja así traslucir sus sentimientos y estados, es un ser débil y no poseedor de las actitudes adecuadas para comportarse como “persona civilizada”. Mezquindades todas éstas, pero que a fin de cuentas no hacemos otra cosa que acatar. En ocasiones este acatamiento llega a convertirse en enjuiciamiento peyorativo hacia aquellas personas que siempre vemos animosas o con la sonrisa reflejada en el rostro, bromistas y hasta joviales, llamándoles bobos e infantiles, llegándose a pensar que se toman el trabajo u otra actividad a la ligera, sin la más mínima responsabilidad…

Cuando en realidad no hay nada más hermoso que la pura expresividad del sentimiento de alegría o de júbilo; en definitiva, de una búsqueda constante de la felicidad, de la dicha…

El arte en ocasiones tiene y ha tenido mucho de intercambio lúdico de quereres, más aún desde que los correlatos de lo personal o autobiográfico han poblado la práctica artística en las últimas décadas. La expresión de sentimientos, el diálogo entre artista, obra y espectador, es un acto de absoluta intimidad, aunque a su vez sea una especie de rito descarnado. En la mayoría de las ocasiones estas obras le sirven al artista como medio de exhortar, alejar, despojarse de toda aquella angustia o necesidad apremiante…

La querencia que mueve al artista a la búsqueda de la felicidad, que no es sólo la de sí mismo, sino la que a través de crear o hacerla nuestra, el propio artista consigue su estado de plenitud, su forma especial de demostrar que nos quiere, haciéndonos sabedores de tal necesidad…

Podría entonces hacer todo un álbum sobre aquellas entidades, seres y cosas que quiero. Sería pues una labor muy hermosa, pero lo que sería gratificante es poder entrar a formar parte de los álbumes que hicieran otros, poder ser partícipe de aquello querido, porque ambas necesidades las sentimos todos, aunque en nuestra tonta maleabilidad siempre nos sintamos indefensos, desprotegidos y aturullados en estas situaciones, en estos juegos y cambios del querer. Pero para eso están las personas cercanas que son como un leve susurro, una voz que se extiende más allá, que, con franqueza y amistad, está siempre ahí, impertérrita haga frío o calor, sea feliz o esté deprimido. Estas voces que hacen que tu vida vuelva cada vez a tomar un cierto sentido; voces y seres, por qué no decirlo, que, gracias a ese juego coqueto de querencias mutuas, te acompañan y aceptan sin más, sin justificación, ni pedirte nada a cambio…

CONVERSACIÓN ENTRE EL AMOR Y LA NADA

Mapi Rivera

AMOR: ¿Me sientes?

NADA: Ahora no, pero te he sentido. De las estrellas más lejanas a cada partícula de mi cuerpo, desde el corazón al estómago, te expandías hasta mi piel y la traspasabas.

AMOR: Me describes como soy, ¿y ahora?

NADA: Nada, después de que mi cuerpo dejara de ser invadido por la frecuencia prolongada de tus pulsaciones y golpes, éstos se tornaron inconstantes, amargos, alborotaron mi organismo. Estrujaste mi estómago, chafaste mi corazón y atascaste mi garganta.
Después nada, vacío, cavidad.
Devolví tus fresas, el azúcar y mis órganos por la boca.
Por eso Amor soy poderosa, ningún dulce me tienta ni me apetece y, aunque intenté disfrutarlos, nada. Te conozco Amor, y eso me hace superior a ti, porque tú todavía no me has probado.

AMOR: No necesito de ti, porque ya tengo lo que necesito.
Podría optar por vaciarme, sin embargo tú ya no puedes saborearme sin lengua.

NADA: Antes te amaba, después me doliste, y ahora me siento tranquila. Eras todo lo que tenía, eras yo, y ahora me he acostumbrado a mí, vacía. Yo estoy sola, soy solamente, tú necesitas amar y que te amen, yo soy más libre que tú.No tengo prisa por dormir o comer, por morirme o despertarme, todo esto me es indiferente. Tú sentirás el sol de la mañana, los besos de tus amigos, el miedo de la noche, y no andarás sino a partir de los movimientos que te marque el corazón.

AMOR: Yo, no te olvides soy Amor, y siento en profundidad el aire, el sonido de tus pasos, o cualquier movimiento, pero si ellos no estuvieran, seguiría sintiendo cómo me pica la piel o crece mi cabello.
El dolor de no sentirme no lo conozco porque soy.

NADA: Dame tus manos.

AMOR: (Lo hace…) ¿Cómo puedes no amarme?

NADA: No lo sé, ¿tú me amas?

AMOR: Sí.