ESTE LIBRO ESTÁ ATRAVESADO POR UN RAYO

Javier Melloni

Es muy poco frecuente encontrar en un mismo autor –autora en este caso- la confluencia de tres características: ser depositaria de una intensa experiencia espiritual, tener dotes artísticos y haber cultivado la teorización de ambos campos mediante lecturas amplias y plurales, lo cual le da un extenso conocimiento bibliográfico tanto del mundo artístico como espiritual y de las diversas tradiciones religiosas. La profusión de autores y textos que aparecen hacen que estemos ante una obra intencionadamente participativa, adjetivo que la autora utiliza en muchas ocasiones y que, como veremos, tiene diversas aplicaciones.

Este libro está atravesado por un rayo. Tratando de la luz, sus páginas son llamas. El carácter incendiario de la luz radica en su elemento numinoso, porque no es la luz óptica lo que se aborda aquí, sino Aquello que a través de ella se manifiesta. Lo propio de la luz no es solo iluminar, sino que ella misma contiene el contenido de lo que ilumina. Es decir, lo significativo de esta Luz no es lo que permite mostrar sino que ella misma es la substancia de lo que muestra. Lo luminoso se convierte en numinoso y lo propio de lo numinoso es el exceso, un exceso que proviene de otra región de esta única y misma Realidad que solo percibimos ténuamente. Mapi Rivera se sitúa en ese lugar con una naturalidad pasmosa, como si fuera evidente para todos. Su comprensión de la realidad brota de ahí, tal como lo confiesa desde la primera página. Todo el libro fluye de un modo diáfano y cristalino. No hay lugar para la sombra ni para lo retorcido.

Estamos ante un estudio exhaustivo de la experiencia visionaria y su relación con la creación artística. Ello tiene que ver con el fenómeno de la inspiración. Lo peculiar de esta obra es vincular directa y abiertamente la inspiración artística con lo sagrado, con lo numinoso. “Lo numinoso recorre la historia del arte de forma evidente u oculta, como un río que nutre, empapa y aflora en los procesos de creación”, escribe la autora. Su convicción es que “la transcendencia es un fenómeno inherente a la condición humana, que no está necesariamente ligado a contextos religiosos. Es por ello que puede despuntar tanto en parajes profanos como sagrados”. Ella los abraza a ambos desde el ámbito la experiencia mística y de la creación artística.

En la mística y en la expresión artística es clásica la distinción entre la visión y la audición. En la audición, los vehículos transmisores son la música y la poesía. En la visión, las artes plásticas. Mapi Rivera es una autora plástica a través de la cual también fluye el verbo. Esta obra es el resultado de un ejercicio de reflexión, de meditación y de escritura que durante diez años que le ha permitido comprender mejor su propia y doble experiencia como mujer visionaria y artista.

El punto de partida de esta investigación es concebir la visión  como un modo de conocimiento. “Ver es un sentido particular de saber, de saber algo sin la menor duda” dice recurriendo a un anciano tolteca. Con palabras de la autora: “El propio proceso de creación es una forma de conocimiento o un modo de expresión del conocimiento visionario”. A mi modo de entender, no es “o” sino “y”. Ambas cosas son esenciales. Por un lado, el acto de crear es un modo de conocer la realidad y lo que subyace tras ella. Es un acceso específico que se nos da como humanos para participar en el mundo en el que vivimos. Y, por otro lado, existe un conocimiento místico que no se da por vía sensorial ni por vía racional y que encuentra en la creación artística la posibilidad de expresarse. Tal expresión es indispensable en los humanos. Enfermamos si no lo hacemos. Todo el libro es una llamada y un estímulo para lograrlo: ver más para expresar más, y expresando más, transformar la realidad. En palabras de la autora: “Veo y lo que veo me modifica, al mismo tiempo que modifico lo que veo”. Nosotros, nuestra percepción de la realidad y la realidad son inseparables. Tomar conciencia de ello tiene consecuencias imprevisibles, porque nos hace cocreadores de la realidad que percibimos. Así nos encontramos con un segundo sentido del término participación.

El hilo argumentativo del libro avanza en torno al reconocimiento de tres cuerpos: el cuerpo de percepción, del saber y del conocimiento. Se trata de un recorrido hacia capas más expandidas del ser, lo cual es acompañado por el desarrollo de un diagrama que se va haciendo cada vez más complejo. No deja de ser paradójico, sorprendente y significativo que utilice la palabra cuerpo en contraste con la ingravidez de la luz y de la experiencia numinosa. Pero precisamente aquí radica la aportación de esta obra: unificar la luz inmaterial y su concreción matérica, lo tangible y lo intangible, cual los seres humanos lo experimentamos continuamente en tanto que los estados interiores más sublimes los reconocemos a través de nuestra condición corpórea…

Esta lectura es ya, por sí misma, una experiencia que abre el cuerpo de percepción, conduce al cuerpo del saber y estimula al cuerpo de conocimiento. Tal es la fuerza y tal es el don que contienen estas páginas. Y así llegamos a una tercera significación del carácter participativo de este libro. Se trata de una invitación a abrirse a la doble dimensión del ser humano: la inmanente y la trascendente, la grávida y la ingrávida, en una circularidad continua que pasa a través del actor creador. Este proceso es activo y pasivo al mismo tiempo, ya que cada ser humano es tanto receptor como cocreador. Cada uno de nosotros es apertura y receptáculo de lo numinoso, lo cual toma forma a través no solo de lo que creamos, sino de lo que somos. En definitiva, nuestra propia existencia es la unificación de los tres cuerpos, la obra de arte que estamos llamados a ofrecer al mundo.

Nuestra generación ha recorrido suficiente camino para que dar cabida a un texto como este. Ha podido surgir y lo podemos recibir. Tal es el Kairós de nuestro tiempo. No podemos más que celebrarlo, agradecerlo y dejar que nos fecunde.

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El Sentido Luminoso de la Luz. Ed: HERDER. 2018

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